Un nuevo paradigma en materia de empleo se está configurando desde hace unos años. Bajo este nuevo paradigma, la modalidad tradicional del empleo –la relación de dependencia- le está cediendo cada vez más espacio a la tercerización o outsourcing. Naturalmente, la transición tiene un alto costo social que se ve materializado en enormes ejércitos de desocupados. Dicho sea de paso, cabe recordar que “desocupado” es aquel que busca empleo activamente pero no lo consigue; en otras palabras, un desocupado deja de serlo en cuanto logra reinsertarse en el sistema económico, por así llamarlo, y entonces se retira del mercado laboral. Una forma de hacerlo es de empezar un negocio.
En este difícil contexto, cada vez son más los trabajadores marginados del empleo tradicional y formal que le encuentran la salida al desempleo en el autoempleo o iniciando un negocio propio. Así las cosas, aquellos trabajadores pasan a convertirse entonces en emprendedores. Sobra decir que no se trata de una empresa fácil; es necesario pensarlo diez veces y realizar un análisis que incluya numerosas cuestiones antes de embarcarse en la aventura del emprendimiento propio.
A continuación sintetizaremos en un puñado de preguntas una suerte de orientación para convertirse en un buen emprendedor y no morir en el intento. Siguiendo ese camino llegaremos a la meta, que no es otra que nuestro emprendimiento. Lo veremos nacer, desarrollarse y llegar a la madurez cual si fuese un ser humano.
Vale la pena advertir que esta orientación no consiste en dar respuestas o supuestas fórmulas para alcanzar el éxito sino más bien en estimular el pensamiento para hacernos preguntas.
Vayamos por partes.
¿Qué problema vengo a solucionar?
Aquí es justamente donde radica el ABC de la economía, tradicionalmente expresado de la siguiente manera: ¿qué producir?, ¿cómo producir?, ¿para quién producir? Así es como nace toda actividad económica que se precie de tal, y el emprendimiento que nazca de nuestra imaginación no será la excepción. El mismo encontrará su razón de ser en brindarle una solución a alguien que tiene una necesidad determinada. Teniendo esto en claro sabremos bien qué es lo que estamos vendiendo; quienes alguna vez hayan trabajado en ventas saben que es fundamental conocer bien lo que se le quiere vender al potencial cliente.
¿Qué fondos necesito para iniciar mi negocio?
Iniciar una actividad suele tener costos. Los mismos van desde adquirir una computadora o un software a abonar una matrícula, una determinada licencia, rentar un local, y un largo etcétera. En pocas palabras, se trata de hacer un estudio de viabilidad que nos permita determinar si el emprendimiento que tenemos en mente es factible dados nuestros recursos financieros. No es un detalle menor, asimismo, el hecho de que hay varias actividades en las cuales es absolutamente normal que el balance del primer año arroje pérdidas, por lo que es necesario contar con una situación financiera tal que nos permita sobrellevar esa etapa inicial sin la obtención de beneficios económicos.
¿Qué competencia tengo?
La competencia es un factor fundamental a la hora de evaluar la viabilidad de nuestro proyecto. Por lo general, si hay mucha competencia y/o quienes llevan más tiempo en la actividad aventajan al resto, puede que nuestro emprendimiento no sea una buena idea y mejor pensar en otra cosa.
¿En qué me diferencio?
En un mundo tan competitivo como el de hoy en día, la especialización suele ser un factor determinante para que nuestro emprendimiento alcance el éxito. Es decir, el diferenciarnos nos permitirá especializarnos en un determinado bien o servicio y luego lograr la fidelidad del cliente. Por otra parte, el saber qué hacen nuestros competidores puede allanarnos el camino al éxito –ya sea siguiendo la misma estrategia que la competencia o eventualmente haciendo todo lo opuesto-.
¿Cuál es mi mercado objetivo?
Ningún producto o servicio le es conveniente a todo el mundo. Como decíamos antes, venimos a dar una solución a una necesidad concreta. Y no todos tenemos las mismas necesidades. Por lo tanto, a la hora de embarcarse en un emprendimiento es necesario identificar a quienes tienen la necesidad para la cual proponemos una solución. Hablarle de las bondades de nuestro producto o servicio a alguien que no tiene aquella necesidad acabará siendo una pérdida de tiempo… y de dinero.
¿Cómo llegar a mi mercado?
Si ya tenemos en claro cuál es nuestro mercado objetivo, lo que sigue es determinar la forma de llegar al mismo. Es probable que lo mejor sea recurrir a especialistas en marketing. Ellos se encargan de estudiar a nuestros potenciales clientes así como un cazador estudia los movimientos, patrones de conducta, características, etc. de su presa para dispararle en el momento justo. Concretamente, ellos sabrán orientarnos sobre la identidad de la marca y cómo hacer que el público al que apuntamos se identifique con la misma.
Por lo expuesto, podemos afirmar que convertirse en un emprendedor es un objetivo perfectamente alcanzable, pero requiere de mucha sangre fría a la hora de decidir en qué canasta o canastas poner los huevos. En resumidas cuentas, ser un emprendedor se trata de iniciar un negocio o crear una empresa, y en la historia de las empresas consideradas exitosas, no hubo una sola que no haya recorrido un camino tumultuoso al principio, a veces incurriendo en pérdidas económicas, como hemos mencionado. Pero pasada la etapa inicial, el aprendizaje y la experiencia adquirida hacen que el camino se vuelva más transitable.
Dicen que Roma no se hizo en un día. Conviene tener presente ese refrán, pues empezar un negocio es un trabajo de hormiga, día a día, y cuando volvamos la vista atrás y veamos (el largo) camino recorrido, sentiremos una sensación tan gratificante que no tendrá precio.
Veamos algunos ejemplos: Harland David Sanders –más conocido como el Coronel Sanders-, quien se hizo conocido por el éxito de Kentucky Fried Chicken, pero antes de eso acumuló fracasos como abogado, vendedor de seguros, comerciante de lámparas y distribuidor de llantas. Otro ejemplo es Marcos Galperin, el fundador de Mercado Libre -la marketplace de e-Commerce más importante de América Latina-, quien supo ser un piloto de tormentas en la peor época de las empresas denominadas puntocom (principios de la década de 2000). Jan Koum es el cofundador de WhatsApp. Nació en Ucrania y emigró a los Estados Unidos; debió trabajar muy duro para pagar sus estudios antes de concretar su gran invención.
Escribe en los comentarios abajo que negocio piensa empezar y si ya te has hecho las preguntas mencionadas en el articulo.
Persevera y triunfarás.